Recuerdo mi casa inundada de música, incluso antes de yo viniera al mundo.
En mis tiempos de navegante ciega en las cálidas tinieblas animadas por el latido el corazón*, mi madre timoneaba un sillón giratorio, frente al bow window, para poder recibir la mejor señal sonora de sus discos. Diez años después, el mismo sillón, bajo un nuevo tapizado, se convertía en su palco preferencial para percibir los sonidos que la inquietud física de mis dedos extraían de un piano vertical. Hasta que un día que ella nunca conoció, el piano dejó de sonar.
Tempranas reflexiones
de una cuerda es un dispositivo que desarrollé para la escucha de una pieza
sonora. El diseño recuerda el arpa de un piano y replica el entorchado
de las cuerdas. Dos parlantes colgantes disimulados por un
entramado de cuerdas proyectan sonidos hacia el interior del dispositivo. Los sonidos fueron construidos a partir de
vibraciones de
un alambre de cobre
-material que envuelve una cuerda de
piano-. Mis dedos actúan como interruptores
que punzan y liberan el
continuo de esa cuerda.
La pieza busca salvar largos años de silencio de un instrumento y
propone una versión mejorada del mismo que haga desaparecer al intérprete en
favor de un sonido que nunca muere.
*Marguerito Yourcenar, Alexis o el tratado del inútil combate.