Alguna vez escuché a alguien decir que un piano es como un telar.
Esta obra fue realizada con pigmento negro extraído de hollín residual, un negro compuesto de carbono casi puro. El dibujo fue trazado con carbónico blanco, material diseñado para copiar patrones sobre tela. El piano contiene una trama tensa de cuerdas y dos o tres pedales; el movimiento de vaivén por sus teclas remite a las pasadas de un telar.
El dibujo toma como referencia los fotogramas de un video que grabé de un pianista tocando una pieza musical con sus dos manos sin que el piano estuviera presente. La obra podría ser leída como una partitura con su propio sistema de anotación.
Dejé de tocar el piano hace más de treinta años y, sin embargo, la memoria táctil y sonora permanece en el cuerpo. Los dedos se deslizan sobre el recuerdo de un negro que se intensifica y de un blanco que se vacía en cada pasada, a fuerza de ensayo y repetición.
Alguna vez escuché a alguien decir que los instrumentos siguen resonando aunque uno no los esté tocando.